LA VENUS EN EL ESPEJO

LA VENUS EN EL ESPEJO

A pesar de la crisis económica y política, España en el s. XVII vive un periodo de esplendor cultural y artístico ("Siglo de Oro" Barroco). La clientela de los pintores son las iglesias y conventos, ya que los nobles y la Corte prefieren a artistas extranjeros. Por ello, la mayor parte de la producción artística es pintura religiosa contrarreformista, retratos y bodegones, siendo escaso el paisaje y casi inexistentes la pintura mitológica e histórica. Los desnudos eran encargos de coleccionistas (aristócratas y reyes) y requerían de una excusa temática para no ser considerados pecaminosos.

La forma en que Velázquez aborda este tema clásico permitirá a los pintores posteriores realizar desnudos con mayor libertad, sin las limitaciones temáticas que el pintor barroco tuvo que esquivar, es el caso de Goya, en La Maja desnuda pinta ya a una mujer, y Manet, en el s. XIX, muestra en Olimpia el desnudo franco de una prostituta.

Velázquez En su primera etapa sevillana, "tenebrista", realiza bodegones de gran realismo (La vieja friendo huevos y El aguador). Se traslada a Madrid en 1623 como pintor de cámara de Felipe IV. Realiza dos viajes a Italia (en 1629 y en 1648), dónde completa su formación. Pinta retratos del rey y su familia (Felipe IV, Conde-Duque de Olivares, Príncipe Baltasar Carlos), a caballo o de caza, y retratos de bufones (Niño de Vallecas). Sus obras maestras son Las Meninas, y el retrato colectivo de la familia de Felipe IV.

Esta obra estuvo en la colección de Carpio hasta 1688. Más tarde estuvo en la colección de los Duques de Alba hasta finales del siglo XVIII. Después pasó a la colección de Godoy, y fue vendido en 1808. Finalmente se encuentra en la National Gallery of Art en Londres desde 1906.


A diferencia de los desnudos italianos y flamencos de la época de Velázquez, falta aquí el paisaje, la habitación o las criadas. Sólo está el Cupido alado.
Esta obra fue creada entre 1647-1651

La obra representa a la diosa Venus en una pose erótica, tumbada sobre una cama y mirando a un espejo que sostiene el dios del amor sensual, su hijo Cupido. Se trata de un tema mitológico al que Velázquez, como es usual en él, da trato mundano. No trata a la figura como a una diosa sino, simplemente, como a una mujer. Con predominio de líneas diagonales y curvas como la que forma el cortinaje o las sábanas, que dan movimiento a la escena ,un uso de un color predominante para dar unidad al cuadro y falta de claridad en el significado. Pero con el clasicismo de Velázquez. Continúa la tradición de Tiziano y Rubens, pero aquí la Venus aparece morena, y no con el tradicional cabello rubio, además aparece desprovista de sus habituales atributos. Esta pintura es un óleo sobre lienzo.

La composición es, del cuerpo femenino, en primer plano, que atraviesa horizontalmente el cuadro. Desde el pie izquierdo de la Venus comienzan su recorrido líneas que siguen los contornos del cuerpo femenino y remarcan su sensualidad repitiendo sus curvas en los tejidos que le rodean. Hacia la derecha, deslizándose por los pliegues de la colcha y los contornos del cuerpo recostado, y hacia arriba hasta alcanzar los bordes del cortinaje rojo. La figura del cupido cierra la composición verticalmente y la equilibra. El espacio contenido en el cuadro es reducido y aún lo parece más al cerrarse el fondo con el cortinaje -no hay escapatoria posible-, con esta manera de componer Velázquez ha acrecentado la sensación de intimidad y cercanía.

La luz es cálida, y luminosa, ya que envuelve el cuerpo de la Venus en un dominio de la perspectiva aérea.

Los colores más utilizados son el blanco, el negro y el rojo, aunque en una extraordinaria gama de matices. También  toques de ocre y el rosa de la cinta. La gran mancha roja del cortinaje diferencia el fondo del cuadro con el espacio en el que se desarrolla la acción, y la sábana gris destaca el cuerpo de la diosa. Y tiene una pincelada suelta donde los contornos quedan difunados
  
Las cintas que lleva Cupido no son funcionalmente necesarias, porque los espejos no se cuelgan en ellas, pero su sentido es atar las muñecas del niño alado, de modo que el amor queda atado por Venus, que simboliza la belleza. Además observamos en él una encarnadura de un tono más oscuro que el de la diosa, con un rostro apenas esbozado con manchas e inclinado sosteniendo un espejo, espejo en el cual Venus refleja su rostro.

En el espejo la cara de Venus se encuentra distorsinada pero es el punto donde introduce al espectador en la obra ya que dirige la mirada hacia este.
Se ha llegado a pensar que la retratada podría ser la amante de Velázquez en Italia, llamada  Flaminia Triva (de la que tuvo un hijo durante su segundo viaje).


  

En 1914, una sufragista le atestó siete puñaladas por considerarla escandalosa. Desde entonces, unas medidas de seguridad extremas la acompañan allá donde vaya.

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