Santa Sofía de Constantinopla

 Santa Sofia de Constantinopla   


Santa Sofía de Constantinopla se trata de una lujosa basílica situada en la ciudad de Estambul (Turquía), fue construida entre los años 532-537. Su construcción se atribuye a dos autores, Artemio de Tralles e Isidoro de Mileto. Sus materiales principales son sillares de piedra y ladrillo.

  Esta basílica construida durante la época primitiva de Constantino, más tarde una vez reconstruida por Teodosio II sería envuelta en llamas en el año 532. Tras esto Justiniano encargó una gran reconstrucción para reformar completamente la iglesia. Aun así la iglesia actualmente no se encuentra como en sus principios, durante la conquista de Constantinopla en 1453, los turcos taparon la mayoría de mosaicos y redecoraron la cúpula añadiendo motivos culturales de su religión. A  partir de la restauración de 1935 cuando Santa sofía recupera en gran medida su aspecto bizantino para ser convertida en museo durante el régimen laico de Ataturk.

  Esta basílica presenta una planta basilical rozando la medida cuadrangular, es decir, una combinación entre la ya nombrada planta basilical y la planta en cruz griega. La planta se divide en tres naves de las cuales la central es dos veces más ancha que las laterales, mientras que las naves laterales están compuestas por columnas y tribunas, la nave central es rematada con un gran ábside.  Al igual que la mayoría de basílicas presenta un patio trasero que en este ejemplo comunica con un doble nártex. La enorme cúpula se apoya en cuatro grandes machones que, a través de cuatro pechinas permiten el paso de la planta cuadrada a la circular. Pero los empujes que está cubierta genera se dirigen también en sentido lateral, para lo cual se colocan bóvedas de cuarto de esfera, cuyos empujes son, a su vez, recibidos por otras menores de igual forma y por dos bóvedas de cañón, contrarrestadas también por gruesos estribos y grandes contrafuertes . Para poder construir una cúpula de tan grandes dimensiones también ayudó el material con el que fue construida, piedras porosas haciéndola así más ligera.  

  Fijándonos en el exterior este presenta una sensación fria y robusta dada a la falta de decoración que presenta la basílica. Los cuatro alminares que podemos ver desde el exterior no son propios de la etapa bizantina sino por la influencia turca y la conversión de la basílica a mezquita. Sin embargo el interior diáfano construido  con materiales como piedra o ladrillo. Los muros se recubrieron de una rica decoración de mosaicos con decoración geométrica y figurativa. La cúpula era decorada con motivos dorados. Es muy importante la luz, ya no sólo como elemento funcional, sino decorativo, entrando por las numerosas ventanas del edificio a lo largo del día y realzando las distintas partes del edificio.  

   Este edificio habría de influir no sólo en otras iglesias bizantinas posteriores como la de San Sergio y San Baco sino en las mezquitas construidas durante el período turco, como la próxima mezquita azul, claramente inspirada en Santa Sofía.
Úrsula López Macías

  

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