BODAS DE CANÁ
                                                                
CLASIFICACIÓN Y DESCRIPCIÓN                                                            
Las bodas de Caná fue pintada en el año 1563  por Paolo Caliari, también conocido como “El Veronés”.
Utilizó la técnica del óleo sobre lienzo.
Esta pintura corresponde a la escuela veneciana y a la época del Manierismo.

El motivo fue elegido por ser destinado a decorar el refectorio (comedor de los frailes) del convento de San Giorgio Il Maggiore en Venecia (cuya iglesia y remodelación venían de ser realizadas por Palladio)

Tema bíblico pero tratado de forma profana. Corresponde con el primer acto milagroso con el que daría comienzo a  la vida pública de el Mesías.
En un momento dado de la boda  faltó vino, por lo que María  pidió a Jesús que realizara el milagro de convertir el agua, que se encontraba en unas tinajas, en vino.

Al banquete, que se celebra en un marco arquitectónico clásico con pilastras de orden toscano y corintio,  asisten más de 100 personas vestidas elegantemente al modo occidental y oriental que le otorgan un aire exótico. La mesa está llena de vajillas y platos, y además se presentan numerosos elementos anecdóticos como los enanos, los numerosos perros…

En el centro de la composición aparece la figura de Jesucristo con un intenso halo de luz,  y junto a él está María rodeando a ambos. En una disposición que remite a los discípulos de la última cena de Leonardo da Vinci, se encuentran algunos de los discípulos que acudieron a la ceremonia.


Además se observa a un sirviente en   pronunciado escorzo, vertiendo vino desde una tinaja en una pequeña ánfora. El maestro de ceremonias está de pie y con un vestido blanco con bordados negros y dorados lo cata. La mesa también se muestra en escorzo creando profundidad. 
A la izquierda, un sirviente negro extiende una copa con el vino, producto del milagro, al novio.
Algún  historiador del arte afirma que alguno de los rostros representados en el cuadro corresponden a los de personajes europeos algo anteriores a el Veronés, como Francisco I de Francia, María de Inglaterra, Solimán el Magnífico o el emperador Carlos I de España.

ANÁLISIS FORMAL

La composición  viene definida por una U que forman los edificios que aparecen a ambos lados del cuadro.
          
La obra está diferenciada en dos partes distintas: en la parte superior  los personajes se colocan en escorzos y destaca la arquitectura, mientras que en la zona inferior se agolpa una gran multitud de personajes.

En cuanto a las formas, los personajes son variopintos y aparecen representadas personas de distintas razas en posiciones muy variadas. El artista se permite realizar un estudio detallado de cada uno de los personajes.
Las figuras están realizadas con gran precisión, realismo y meticulosidad, dotadas de volumen mediante el claroscuro y aparecen en las más variadas posturas y con numerosos escorzos.

Como corresponde a la escuela veneciana, predomina el color sobre el dibujo. En la paleta aparecen los pigmentos que importaban los comerciantes venecianos. Los grises y azules se entremezclan con gran armonía con gamas de colores más cálidas. 

La iluminación en este cuadro es difusa, ya que provoca un claroscuro bastante acusado que modela tanto las figuras como la arquitectura representadas.

El espacio aparece por medio de una perspectiva frontal cuyo punto de fuga coincide con el rostro de Cristo en el centro de la imagen.
               
Por otra parte, las líneas laterales de la mesa del banquete y las líneas de los entablamentos de los edificios, contribuyen a generar la sensación de profundidad espacial.
            
La diversidad de posturas crea un ritmo de movimiento, aunque su número crea cierta sensación de agobio.



COMENTARIO

Paolo Caliari, llamado “El Veronés”, por la ciudad en la que nació, es uno de los grandes pintores de la escuela veneciana y junto con Tintoretto se le encuadra dentro del Manierismo como muestra esa diferencia entre espacio lleno y la parte superior del cuadro vacía.

Como es habitual en el Veronés, aunque el tema del cuadro es religioso, el tratamiento de éste parece absolutamente profano: riqueza, elegancia, exuberancia de platos, exotismo... 

Este tratamiento profano llegó a provocar un interrogatorio de la Inquisición que lo acusaría de tratar el tema evangélico de un modo absolutamente profano.
Así, la probablemente humilde escena del banquete de bodas evangélico aparece representada como si se tratara de una celebración de la aristocracia veneciana contemporánea a  el pintor.
         
Pero a pesar del aspecto profano de la imagen, El Veronés no descuida ni la descripción del episodio evangélico en el que Cristo transforma el agua en vino, ni las alusiones teológicas.

Entre las alusiones teológicas se puede observar como sobre la figura de Cristo, aparece un carnicero sacrificando un cordero, símbolo del martirio o su sacrificio final. 

Además, junto a los músicos, símbolo de los placeres sensuales y en cuyos rostros algunos han visto los retratos de los pintores Tintoretto, Tiziano y del arquitecto Palladio, aparece un reloj de arena que nos recuerda la fugacidad de la vida.
                         
                           

EL CINQUECENTO Y MANIERISMO
La muerte de Lorenzo el Magnífico en 1492 marcó el final de Florencia como centro artístico para desplazarse a Roma, que se convierte en centro del poder religioso y político en la capital artística y espiritual de Europa. 
El Cinquecento es la época del Pleno Renacimiento y se caracterizó fundamentalmente
por la búsqueda de la belleza, que pasa a ser algo inaccesible. Lo artistas sintieron que su objetivo era llegar hasta cotas insuperables de belleza y verdad que superaran al Quattrocento. 
En este siglo fue muy importante el mecenazgo de los Papas Julio II y León X y los nuevos hallazgos arqueológicos. Pero esta grandeza que intenta reflejar el papado sufre un importante revés en 1527 con el Saco de Roma.
A ello habrá que unir la reforma protestante y el reciente poder de España en Italia. Estos cambios políticos terminan con el optimismo humanista. Los valores clásicos se ponen en duda y surge el Manierismo, un estilo que reinterpreta los elementos clásicos, rompiendo los principios de equilibrio, proporción y serenidad. El origen del término Manierismo está en la expresión italiana “alla maniera di...”, es decir, siguiendo la línea de los grandes clásicos: Miguel Ángel, Rafael y Leonardo. Frente a la objetividad absoluta del ideal del Renacimiento, el Manierismo acentúa la individualidad del artista y antepone la libertad a cualquier autoridad.

PINTURA DEL CINQUECENTO
La pintura del Cinquecento italiano viene determinada en parte por la preocupación por el movimiento y la luz. El tratamiento de la luz es más real, de tal modo que se incluyen matices que hacen diferenciar los distintos momentos del día y dan más volumen a las figuras.
En cuanto al movimiento, los personajes adoptan formas más variadas. Además, ya no hay tanta obsesión por la perspectiva geométrica ya que la profundidad se consigue ahora de una forma más natural a través del dominio de la luz y la técnica del esfumato. Son composiciones sencillas que se resuelven en una escena, generalmente de esquemas triangulares.
Hay un abandono progresivo de los contornos muy definidos de las figuras pero pervive la búsqueda de la belleza ideal y se mantiene el orden, la simetría, el equilibrio y la serenidad
en las obras. 
Los paisajes se enriquecen y son más variados: luminosos, neblinosos, crepusculares, etc.

El tránsito del Quattrocento al Cinquecento lo encarna de modo excepcional Leonardo da Vinci, que ha sido considerado siempre el arquetipo de hombre renacentista por su pasión por todas las formas del saber. Para Leonardo la pintura es una actividad intelectual destinada a reproducir la realidad por medio del estudio del ser humano y de la naturaleza. El estudio de la naturaleza lo llevó a investigar sobre la luz. En este sentido, empleó la técnica del “sfumato” que consiste en prescindir de los contornos netos y precisos del Quattrocento, envolviendo todo en una especie de niebla imprecisa, que difumina los perfiles y produce una impresión de inmersión total en la atmósfera. El paisaje adquiere así una misteriosa dimensión, y los personajes un encanto distante y enigmático. Las luces y las sombras se distribuyen magistralmente.

Rafael de Sanzio es también uno de los pintores más significativos del Quattrocento. Sus pinturas se caracterizan por una perfecta maestría en el dibujo y por la rica gama cromática. Son composiciones amplias y profundas, simétricas y con belleza.
Frente al carácter misterioso de las obras de Leonardo, Rafael destacó por temas serenos y luminosos. Es el artista que representa mejor que nadie la perfección del clasicismo. Rafael marca el punto culminante y la síntesis del Renacimiento.

Miguel Ángel Buonarroti también se dedicó a la pintura. Observando la obra de Giotto y Masaccio es como se impregna de la grandiosidad, el volumen y el uso del color como medio para dar corporeidad a las figuras. A esto debemos añadir su preferencia por la escultura, también reflejada en su obra pictórica, de manera que podemos afirmar que la pintura de Miguel Ángel tiene mucho de escultura, apreciable en el predominio del dibujo y el interés por el volumen. De sus obras destacan los movimientos violentos y las posturas forzadas, la importancia de los cuerpos y el estudio anatómico. 

Frente al carácter matemático y al predominio del dibujo de la pintura florentina, la escuela veneciana va a distinguirse por el uso del color, principalmente tonos cálidos que contrastan con el uso de blancos y azules. Podríamos resumir los rasgos de la pintura veneciana en el culto al color, la Importancia de los temas secundarios, la exaltación de la riqueza y la contemplación poética del paisaje. Los pintores más destacados son Tiziano y Giorgione. 

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